Latidos de cariño y afecto que nutren al Alma.Gracias por su visita.

viernes, 31 de julio de 2009

Las colmenas ( a )

LAS COLMENAS

Volvemos al salón de actos.
Al final del salón de actos, por su parte exterior, siguiendo s su izquierda, estaba una fracción grandecita de tierra, donde se sembraba maíz, fríjol, plantas de ornato, que atraían infinidad de insectos; unos arbolitos de limones y naranjos, matas altísimas de cocos, solo subiéndote a la terraza ubicada sobre el salón de actos, y ocupando además una larga vara, podías cortarlos. Amen, de unas tablitas, que simulando una escalera, se le clavo a cada mata de coco, donde muchachos ágiles, subían como changos por ese fruto.
Y en la mera esquina, que se formaba, con el solar de las señoritas Ostos, y el solar del doctor Cantu, ahí mero, se ubico el proyecto del profesor Fortunato Sánchez Flores.
El proyecto de las colmenas.
Daban miel. Las celdillas, salían cargadas.
Y cera.
Cuando mucho duro dos años ese proyecto.
En que cabeza cabe, que las iban a dejar en paz, los chiquillos.
Si jugaban pelota, unos pelotazos a las casitas de las colmenas, y el alboroto de estas, zzzuuumm, zzzuuumm…. ¡Y el corredero de chamacos!
¡Maestro! ¡Maestro!
¿Que pasa?
¡Las avispas!
¿Cuáles?
Y se hacia el alboroto grande.
Esas no son avispas, son abejas.
¡Andan picando a unos niños!
¡Busquen a Nato!
¡Pronto!
¡Ese Nato!
¡Le dije que tendríamos problemas!
Y se volvía prioridad localizar al maestro Fortunato, por toda la escuela; arriba y abajo.
Aparecía el maestro aludido.
¡Ya! ¡Ya!
Yo lo resuelvo.
Agarraba un escuadrón de chiquillos, de esos que siempre se acomiden a todo.
Unos hacían ruidos, con botes y latas.
Otros prendían mechones de lumbre, y con el humo, tranquilizaban a las abejas.
A mi, eso me parecía mágico.

miércoles, 29 de julio de 2009

Llueve bonito en Pueblo Viejo Veracruz( b y final )

Hago un ademán de tener prisa, y salgo chispada de la casa de doña Lala.
Dirijo mis pasos, a una tienda, que se ubicaba por la plaza.
Pregunto precios de lámina de cartón.
Los venden por paquetes.
Me dice el dependiente, si gusta, en unos días, se los llevamos a su casa.
Usted, no se vaya a lastimar, están pesadas las laminas de cartón.
Nombre, que van a estar pesadas, pienso yo.
Si ha veces lo mas pesado, es no servir para nada, ni para nadie.
Que tu no le hagas falta a nadie, que no importe si vives o mueres; eso si es pesado.
Cargo a la voz de ¡ya!, con el paquete de laminas, y retorno al hogar de doña Lala con él a cuestas.
Ya lo cargo de un lado, ya del otro.
Pues si pesa.
Pero, más pesa ser inútil.
Llego a casa de doña Lala, abro el zaguán, que chaparrito, y hecho de puras maderitas, unidas con alambritos y mecatitos, mas bien es para decir, ¡alto!, es propiedad privada, que para protección alguna.
Cuando me ven llegar con la carga…
Pelo Malucha, ¡no hubielas gastado!, ¿no te digo?
Hay doña Lala, si no tengo más gastos, que mi persona, y yo les debo mucho a ustedes.
Esas láminas, no son nada.
Tómelas. Hay un día que esté bueno, con calma, reparan parte de ese techo.
Doña Lala entra a su recamarita, y dice:
¡Viejo! ¡Viejo!, mila lo que tlajo Malucha.
Sale don Juan, se le pinta primero en su rostro la sorpresa, y después la alegría; llama a los hijos mayores, y salen en ese momento, a reparar el techo de su casa.
Pienso, las laminas de cartón que les traje, no les va a saber ni a melón.
Es mucho, lo que se necesita reparar.
Y se mueven como hormiguitas, a veces trepan, luego bajan, otros clavan, quitan un pedazo destrozado de aquí, le agregan un nuevo allá, aprovechan una esquinita rescatable de algo, que parece que se deshace en las manos.
Y lo arreglan.
Adiós goteras.
¡Increíble!
Como hacen rendir lo que sea, como sea, y al costo que sea.
Así tengan que terminar ensopados, como esa tarde.
Pero todos muy contentos.
También yo.
A veces, el pueblovejence, presenta una cara de indolencia, pero es que cuentan, una gran porción de la población, con muy escasos recursos, así es mas difícil emprender cualquier proyecto.
Y las cosas se encarecen más, por el trayecto de Tampico al pueblo.
Y el puente, su caseta de cobro, que no terminan por correrla de lugar.
Ni modo, esperar.

martes, 28 de julio de 2009

Llueve bonito en Pueblo Viejo Veracruz ( a )

En una ocasión, empezó a llover bonito, a cantaros.
Yo recostada, en una cama, después de leer un libro, me eché un sueñito.
No olviden que viví muchos años en Pueblo Viejo; así que también se planchar oreja, cuando se presta la ocasión.
Cuando no hay mas que hacer, por el mal tiempo.
O platicas, o te duermes.
Desperté, y me dio hambre.
Voy a ver que ha hecho doña Lala.
Al dar los primeros pasos, una gota, y mas allá, otra gota.
Ahora si, que ya me desperté del todo.
Entre a la estancia, que servia de salita, comedor y recamarita, y observo varios hules, que tapan cosas aquí y allá.
Y veo en varios lugares, trastos de todos tamaños, que reciben los chorritos de agua, que caen del techo.
Y doña Lala, me llama afectuosamente a comer.
Ven, aholita te silvo.
Ven, Malucha, esta todo bien calientito.
Noto, que están acostumbrados, a que les llueva dentro de su casa.
Observa mi consternación, y me dice, al lato pasa, tu cama no se moja.
Ese, es uno de los sitios, donde no hay gotéelas.
Vente a comel, se te enflíala la comida.
Mmm, doña Lala, tan amable como siempre.
Sabe que, doña Lala, se me olvidaba que tengo que ir a la plaza, por un encarguito.
Ahorita vengo, no me tardo.
Pelo, espelate, come plimelo…

lunes, 27 de julio de 2009

( video ) Pocholo

Pocholo ( b )

Y Pocholo extendió su bracito moreno, delgadito, para señalar unas pastas de sopa, y un arroz.
No quería dinero, no quería andar pesudo, andar presumiendo unas monedas.
Quería mandado.
La señora, sorprendida de su petición, no dudó en darle unas bolsas retacadas de comisaria, algunas bolsas de jabón medio abiertas, otros productos de unas marcas que pocos quieren, que porque la tele dice que otros son mejores, pero que para Pocholo, eran oro molido.
Se dió tiempo la señora de ir a la casa de Pocholo a contar lo que había pasado.
A felicitar a doña Lala, por tener a unos hijos tan trabajadores.
Pocholo adopto un andar muy erguido.
Ya era de otro nivel él.
Ya contaba como hombre que arrima a la casa cosas necesarias, y que mas necesario que la comida.
Así son en Pueblo Viejo.
Tranquilos, tranquilos, pero no quitan el dedo del renglón.
Saben lo que quieren, saben a donde se dirigen, por eso no tienen prisa.

domingo, 26 de julio de 2009

Pocholo ( a )



POCHOLO

Me viene a la memoria, para explicar la psicología de los chiquitines, cuando uno de los más pequeños, Pocholo, consiguió trabajar en un rodante que cada semana, proveniente de Tampico, hacia mercadeo en el pueblo.
Le quedaba el rodante a doña Lala como a dos cuadras.
Pocholo tendría como 8 o 9 años de edad, y brincaba como chapulín de gusto, por haber sido elegido, por unos comerciantes del rodante, para acomodar mercancía, barrer el pedacito que les tocaba, etc.
Se preocupaba por los días de la semana, quería que llegaran los días rápido.
Que llegara el día del rodante.
¡Su primer día!
Madrugó, más que ninguno.
Y eso, que el pescador, para las 4 y media o 5 de la mañana, parte para la laguna.
Se levantó el rodante hasta las 4 o 5 de la tarde.
Venir de tan lejos, para un ratito, pues no.
Había que aprovechar.
Al momento de pagarle a Pocholo con dinero, no aceptó.
Bueno, se desesperaba la señora que lo había estado ocupando; has trabajado mucho, hacia rato, que no tenia a alguien tan activo, ni siquiera quisiste ir a tu casa a comer, y eso que te queda bien cerca.
Yo quiero que cada semana me ayudes.
¿Porque no aceptas el dinero?
Y Pocholo, callado.
¿Cuanto quieres?
¿Se te hace poco lo que te doy?
Pocholo movió la cabeza.
No era cuestión de dinero.
A la señora, la paciencia se le acababa.
Creo que hablaré con tu mamá.
No quiero que diga que soy abusiva.
Cuando hablé con ella, me dijo…hay usted sabrá cuanto le da a mi hijo.
Aún es muy chico, y en ningún lado lo aceptan para chambear.
Así que, lo que usted le dé, es ganancia.
Y tú que no me contestas.
Pero yo me tengo que ir, ya es muy tarde, también quiero descansar.
Dime, Pocholo, por el amor de Dios, ¿que quieres?

sábado, 25 de julio de 2009

Doña Lala ( d y final )


Sobre un banco rustico, ponían una batea grande, donde lavaban la ropa.
La letrina era de hoyo. En el patio, enterraban un tambor destapado, encima ponían un como asiento de madera, para simular la tasa del sanitario, y las paredes y techo de esa letrina eran de palitos o tablitas.
Cada que era necesario, los hijos mas grandes, hacían un hoyo retirado de la casa, y ahí vaciaban el contenido del tambor, le agregaban mucha cal, y sepultaban muy hondo eso.
Lavaban el tambor perfectamente, y a estrenar letrina.
Para bañarse uno, ahí si que torció la puerca el rabo.
Con varas de otate secas, formaron una como armazón, que forraron por unos lados, con hules negros, y por otros lados, con retazos de telas.
Acondicionaron, una como planchita de cemento de unos 2 por 2 metros, para que sirviera de piso y no se fuera a hacer lodo.
Ya tenían llave de agua, pero esta se encontraba cerca del medidor de agua, y no tenían instalaciones para dentro de su solar, así que el baño, era de cubetazo limpio.
Y nada de techo.
Al viento libre.
Si hace frió, te amuelas.
Si hace un sol, que te queme la espalda, te aguantas.
Yo me bañaba apuradita, no fuera a pasar un helicóptero, y se fueran a dar un taco de ojo, en ese tiempo, cuando aun estaba apetecible.
Yo trabajaba en Tampico.
Doña Lala, nunca me quiso aceptar un dinero, por su hospedaje.
La abuelita de ella, doña Jesusa, fue amiga de mi abuelita Luz.
Y el papá de doña Lala, don Cliserio, don Quiche de cariño, se había casado con una hermana de mi abuelita Luz.
¿Éramos o no de la familia?
Pues ellos, me trataron como de la familia.
Con respeto y cariño.
Y tuvieron la mano abierta, para ofrecerme, lo que a su alcance estuvo.
Yo de mi sueldo, llevaba lo que me nacía, un cariñito por aquí, otra cosita por allá.
Sus hijos, dos mujeres y 5 o 6 varones, panzoncitos, piernitas flaquitas, morenitos, de sonrisa fácil, ya de adultos embarnecieron, que hasta parece que los soplaron, con una bomba de inflar llantas.
Su primer hija, se casó a los 15 años, y se fué lejos.
Y su hija más pequeña, la Güera, también vive de la pesca, con su esposo, que también le intelige a la vida en las orillas de la laguna de Pueblo Viejo.
(fotografía cortesía del profesor Martín Pérez San Martín,cronista de Pueblo Viejo,Veracruz)

viernes, 24 de julio de 2009

Doña Lala ( c )

Intentó inútilmente enseñarme a hacer redes, en el corto tiempo que viví con ellos.
Se ve tan fácil, y yo que se hacer manteles y carpetas tejidas a gancho; suéteres, chalecos y gorros con 2 agujas, pues no pude aprender a hacer redes para pescar.
Su esposo don Juan, alto también, con gruesas patillas, bigote canoso y que caía, como cepillito sobre su labio superior.
Muy amable, hable muy poco con el.
Son personas de pocas palabras, que prefieren no hablar, por no cometer un error y llegar a ofender de manera involuntaria a alguien.
Pero cuando saludan, se siente su apretón de mano gruesa, rasposa al tacto, por el manejo de las redes, y el limpiar de escamas los pescados.
Y esas manos son tibias, sinceras, francas, respetuosas.
Hasta, recuerdo con cariño, las pocas veces, que nos saludamos, como limpiaba su mano, en su pantalón, como temiendo ensuciarme.
Pueblo Viejo, Dios te ha bendecido con tus personas, que la mayoría son bien longevas.
Será el clima, la comida, la siesta, su carácter, su confianza en un mañana, que saben que será igual al ayer…
En otros lugares, y en otro tiempo, también he conocido personas que te saludan, melosos, sus manos frías, sudorosa, pegajosas, que no te sueltan pronto tu mano, te miran con lascivia, y de ribete, se despiden como acariciándote la mano, como si dijeran…así te puedo acariciar todo tu cuerpo.
¡Guácala de pollo!
Y he conocido otras personas, que te saludan, con un extender su mano, abierta, y levemente, rozan tus dedos.
Como si no quisieran tratos con uno.
Y no te miran a los ojos.
De todo habemos en el mundo.
Y cada uno de nuestros actos, pasos, miradas, movimientos, gestos, nos delatan.
Me encanta observar a las personas.
Digo mirar. Observar.
No criticar.
Ni la famosa critica positiva, que para mi no tienen nada de positiva.
Se es o no se es crítica.
Punto.
Para que tantos eufemismos.
Volvemos con doña Lala y don Juan.
Tenían afuera de su casa, unos troncos secos, que servían de asiento, bajo unas enramadas.
Más asientos se improvisaban con cualquier tablita vieja, acomodada sobre unas piedras grandes.

miércoles, 22 de julio de 2009

DOÑA LALA ( a )

DOñA LALA

Yo sé de primera mano, de esa vida, cuando por azares del destino, viví en casa de una familia de pescadores de Pueblo Viejo.
Vivian al lado de un salón de eventos, donde se festejaban bodas, quince años, y demás festejos importantes.
Un solar grande, que no estaba pegado a la laguna.
Y tenia de largo lo suficiente, como para entrar por una calle, y salir hacia la otra.
Las paredes de aquella casa, eran de tablas, de un color y de otro
Que denotaban su diferente origen.
Su techo, de lámina de cartón enchapotado.
Piso de tierra, que su dueña, doña Lala mantenía siempre barrido, aplanadito, salpicándole unas gotas de agua.
Constaba de un cuarto amplio, que servia una parte para recibir visitas, otra para comer, y a un costado, unas camas.
Constaba de otros dos cuartos, mucho más pequeños, habilitados como recamaritas y la cocina.
La cocina, que siempre olía a marisco.
En ningún lado, he comido sopa tan rica de camarones, güatape o las migadas, que eran tan grandes, que solo un cuarto de ellas, me podía comer.

Doña Lala, era alta, muy morena, en sus venas corría sangre de mulata hermosa; me contó que su madre era de color oscuro.
Caderona, se sentaba como toda una matrona, en un viejo sillón, forrado de mimbre que tenia en el patio.
Al terminar de comer todos, veía mi plato, que invariablemente dejaba yo, más de lo que me comía.
Y haciendo un mohín simpático, me decía;
¿A poco la te lenaste?
Te vas a enfelmal, comes mul poquito.
Las palabras, las pronunciaba, de un modo, que me hacia recordar, el modo de hablar de un niño pequeño, de los que apenas empiezan a hablar.
Fue criada por su abuela, porque su madre se fué, y en poquísimas ocasiones, le venia a dar una vuelta.
Su abuelita, se llamaba doña Chuy, delgadita, y criaba cochinos, cochinotes, y un día, un marrano, al querer la abuela, brincarlo, porque se atravesó a la salida de su casa, se incorporo, y la tumbo.
No murió de eso, y una buena tranquiza, el cochino se llevo, por parte de la abuela de doña Lala.
Y doña Lala, tenía unos chamorros gruesos, uno de ellos, con una marca de una manta raya, que una vez, en la laguna, pesco, y como estaba viva, brincoteando en la panguita de doña Lala, con su cola, en forma de lanza con flecha en la punta, le atravesó su chamorro, y un trozo de su carne, le arrancó.
Y solito se curó ese chamorro, sin medicinas, con solo la ayuda de Dios.
A pesar de unos calenturones, que hasta deliraba doña Lala.
Y esos chamorros gruesos, los cruzaba, para, sentada, cómodamente, poder con mayor facilidad tejer las redes.

martes, 21 de julio de 2009

Dos grupos,un salón ( e )

Maestro, no sea así, ya mero salen al recreo, o ya mero tocan la salida, y si se me pierden mis cosas, en mi casa tendré problemas.
El maestro: a ver si así entienden.
Algunas niñas, de 11 y 12 años, empezaban a limpiarse los ojos, disimuladamente.
No querían que las vieran llorar, y ser la burla de sus compañeros de salón.
Los mas desenvueltos, los que desde pequeños, les han enseñado a decirle pan al pan, y vino al vino; se dirigían al maestro, con sus rostros serios, curtidos por el sol de la laguna, y exponían los siguientes argumentos…
Maestro, usted disculpe, no debimos actuar así, pero en mi casa, nos hemos privado de algunas cosas muy necesarias, para que yo pueda venir a estudiar, y traer lo necesario.
Usted ha dicho, que un alumno sin lápiz, es como un soldado que va a la guerra sin fusil.
Y bajando más la voz, para no llamar mas la atención de sus compañeros; en ocasiones, mis hermanos y yo, preferimos andar en nuestra casa descalzos, para no maltratar los zapatos que traemos a la escuela.
La laguna da para comer, para vivir, pero no da para lujos.
Y estar comprando lápices, colores, reglas, cuadernos seguido, nadamas porque si, es un lujo.
Por favor, maestro, una vez mas se lo pedimos.
Déjenos ir por nuestras cosas…
El maestro veía en esos jovencitos, su otro rostro, el de la mirada de un hombre maduro, del que sabe ganarse el pan de cada día, del que se levanta de madrugada con sus padres, para ir a la laguna de Pueblo Viejo, y pasar horas aventando la red, que pesa lo suyo por la plomada.

sábado, 18 de julio de 2009

(video) Lic. Argelia Bortoni

(Video) Sr. Eduardo Saldaña Arteaga/Lesbia Lubina Rivas Guevara

(video) Sacerdote José Antonio

(video) Cronista y Lic. Carolina Infante Pacheco/Profra. Olga Neli Casados

( video ) Sra. Amparo González Berumen

( video ) Sr. Raúl Hernández Guerrero

( video) Pintor Jorge Yapur Sherife

( video ) Dra. Ana Elena Díaz Alejo

( video ) Ma. de la Luz Mayorga de Hernández,( video )Libro "Pueblo Viejo 1 y 2,

( video) Lic. Argelia Bortoni/Libro "Pueblo Viejo" vol.1 y 2

(video) Sra. Lesbia Rivas Guevara/(video)Pueblo Viejo vol. 1 y 2

Patronato Cultural/Presentación Libro

jueves, 16 de julio de 2009

Dos grupos,un salon ( d )

Y me regreso al salón de actos, y a su patiecito trasero o callejoncito, donde aventábamos nuestros trofeos de guerra, obtenidos en nuestras escaramuzas infantiles.
Nos gustaba ahí, porque las dos puertas del salón de actos, daban al patio grande del lado izquierdo de la escuela.
Y cuando empezábamos con los reclamos, de un lado y otro, ¡entrégame lo mío !
¡Bueno, pero tu también entrégame lo que me quitaste!, estábamos en el brete, de tener que dar toda la vuelta al salón de actos.
Cuando ingresaba alguno de los dos maestros responsables del salón de actos, empezaban las quejas…
Los de aquel grupo, nos hicieron esto y aquello.
Y los del otro grupo, replicaban, pero ellos empezaron.
Y el maestro;
¡Ya!, ¡cállense!
¡Y pónganse a trabajar!
Y de nuevo la alegata;
Yo no puedo, me aventaron el lápiz.
Yo tampoco, no encuentro mi cuaderno.
Y risitas, y más risitas.
Si el maestro era blando, de inmediato escogía unos cuatro chamacos, que fueran por todo lo tirado al exterior del salón.
Si quería escarmentarnos, repartía pedacitos de lápiz, de los que los chamacos no quieren usar, por lo trabajoso de agarrar esos cabitos, y de cualquier cuaderno viejo, que alguien hubiera abandonado tiempo atrás, en una repisa que había en una esquina del salón ,repartía hojas para que trabajaran aquellos que no tuvieran cuaderno.
Se hacia el silencio.
Empezábamos a trabajar cabizbajos.
Pensando en nuestras cosas afuera.
¿Y si algún alumno de otro salón, pasaba agachadito por fuera, para que no lo viéramos, y se llevaba nuestras cosas?
Y empezábamos…

martes, 14 de julio de 2009

Dos grupos,un salón (c)

Y el hacerse travesuras, como correr agachaditos, quitar un lápiz, o un borrador, y aventarlo por una ventana al exterior.
Porque por fuera de ese salón de actos, por la parte que colinda con el solar de las señoritas Alejandre, existía una banquetita delgada, y un tramo ancho de tierra de unos 3 metros, por todo lo largo que estaba el salón de actos, y en ese callejoncito, había sembrados, limoncitos, granadas y rosales.
De donde yo cortaba rosas hermosas, grandes, de colores variados, como el rosa, amarillas, blancas; había de varios tipos, como labios de novia, que son blancas, con orillita roja, los rosales sangre de toro, que eran rojo _ quemado, los bouquet de novia, que dan en racimo, así como las 7 hermanas, que son pequeñas, y siempre en racimitos, no se diga las de tipo de enredadera.
Y en mayo, yo llevaba de esas flores, a la Virgen, vestida de blanco, y éramos muchas las niñas, que en cánticos, después de cada misterio del rosario, con nuestras manos en plegaria, dábamos vuelta a los bancas de la iglesia, con el ¡ave, ave Maria!…
Y como éramos niñas, si podíamos dábamos la vuelta corriendo, y las catequistas, que no podían gritar dentro de la iglesia.
Terminando el rosario, a salir, y todas apredeaban a los guayabos de doña Mangú, y yo mas colmilluda, iba con modo, y le hablaba, porque su casa estaba frente a la sacristía de la iglesia, y su solar, abarcaba de calle a calle, y con un por favor, humildito, me la echaba a la bolsa, y doña Mangú, me prestaba una vara de tendedero, de las de otate, y ya aparecía yo, muy salsa, con permiso y toda la cosa, y recorría ese solar tan grande, y las demás niñas que continuaban, en el solar de la iglesia, empezaban a gritar, y corrían a casa de Doña Mangú , y Doña Mangú las mandaba a la porra, les decía, ¡No! ya las vi apedreando mi solar; y que como iba yo primero, pues tenia la derechera.
Yo tenía que portarme bien, porque mi abuelita, me vigilaba, de modo constante, desde la escuela que esta ubicada en contra esquina a la iglesia.
¡Y cuidadito y me dan una queja de ti!
Y un dia, que me vacilan, que yo a todo le tenia miedo a las catequistas, a doña Mangú, a mi abuelita, y que les demuestro que no, que me brinco al solar de doña Mangú, el de las guayabas, y recogí de las tiradas, y unas mulillas, que van y que le dicen a la dueña, ¡vaya a ver quien anda adentro!, y yo no podía salir sin ayuda, porque ese solar estaba mas bajo que el de la iglesia como metro y medio, y por mas que trataba de escalarlo, poniendo mis piesecillos entre las piedritas o ladrillos de esa barda, no lo lograba, y pedía una mano amiga, y las que me la daban, de verme con semejante susto, se desbarataban de risa, y así menos me podían ayudar.
Y que me cae la dueña y que me caigo de su gracia.
¡Mira nadamas!, yo que siempre te doy permiso, si eres igual a las demás.
¡Y ten tu permiso!, se acabo para mi.
En ese tiempo, también florea el framboyán, y eran enormes los ramos que cortaba del árbol que se ubicaba al fondo del solar de la escuela.
Y apartábamos los botones, de las flores sin abrir, y a la salida de la doctrina, en la placita, jugábamos a los gallitos, que consiste en enganchar los pistilos, que cada niña traíamos escogidos, por gruesos, grandes, o que se yo; y el que no se rompía, ese ganaba.
Bien que se divertía uno con esos gallitos, y en ocasiones, nosotras, nos poníamos gallitos de coraje, ¡tu me empujaste!, ¿ah si? , pues tu lo jalaste antes de tiempo, por eso rompiste el mío.
Y se pasaba el tiempo volando, ¡oh, hermoso tiempo el de la niñez!

lunes, 13 de julio de 2009

Dos grupos,un salón ( b )

Te explico brevemente…
O alguna madre de familia, que impertinentes, llegaban a cualquier hora.
Aunque estuviera el zaguán grande cerrado con cadena y un gran candado.
Se colaban por la parte de atrás, que tenia la tela mallacorla, destrozada en tramos espaciados, por los chamacos.
Y mire, maestro, mi hijo cumple con todo, ¿y porque su cuaderno tacho aquí y allá?
Otra madre, mi hijo trajo la tarea, y usted no se la reviso.
Si llego llorando, tanto que trabajo, y usted ni se la tomo en cuenta.
Señora, y no le dijo su hijo, ¿que ni siquiera me la presento cuando la pedí?
Que estaba platicando, si señora, ¡platicando!, dando la espalda al pizarrón, mientras yo me ocupaba en calificar tareas.
Y yo decía fuerte, ¡a ver niños! traigan la tarea al escritorio, la voy a revisar.
Cuando tocaron la salida, hasta entonces recapacito de donde estaba, y empezó en su bolsa, a buscar su cuaderno de tareas.
Ya para entonces, niño al que le entregaba su cuaderno de tareas revisadas, niño que salía del salón.
Recogí mi material educativo, cerré mi maletín y empezaba a salir del salón, para dejar libre, para el profesor del turno vespertino, cuando su hijo corre y me dice: ¡maestro, maestro!, no ha revisado mi tarea.
Tengo mi horario para firmar entrada y salida de labores.
La maestra de guardia, al final, firma de responsable, y la libreta de asistencia diaria, se guarda con llave, en el escritorio del director.
Como ve, las cosas sucedieron de diferente manera a como su hijo se las contó.
Y esa madre… ¡ay que pena!, profesor.
Disculpe mi atrevimiento.
Y extendiendo su mano, abierta la palma en ademán de amenaza, le dice a su hijo, que asustado, entre sus compañeros, escuchaba toda la conversación…
¡Ya veras!, ya veras, cuando llegues a la casa.
¡Y tu padre! ¡Me va a ayudar a corregirte!
Y nosotros, alumnos de los dos grupos, mientras se arreglaba esto o aquello, empezábamos las guerritas con bolitas hechas con pedacitos de hojas de cuaderno.

martes, 7 de julio de 2009

Dos grupos, un salón ( a )

DOS GRUPOS, UN SALON.


Por ser el salón de actos, muy amplio y largo, hubo ocasiones, en que al realizarse alguna mejora a un salón, como pintura, o por que hiciera falta otra aula, se metieron dos grupos a este salón.
De la parte de en medio, se dejaba un breve espacio libre, y hacia cada lado del salón, de modo que quedaran los alumnos de cada grupo dándose la espalda, se colocaba el mobiliario.
Cada maestro, tenía su escritorio de fierro, su silla, y su pizarrón.
Los maestros, quedaban de frente, pero a una distancia unos de otro, considerable.
A mi me toco un tiempo, estar en esas circunstancias.
Pero no podíamos estudiar bien, se escuchaba la clase de uno y otro grupo.
El bullicio de uno y de grupo.
Si el maestro de un grupo se veía obligado a salir a alguna diligencia, a traer algún material educativo pesado o delicado, que no pudiera mandar a alguno de sus alumnos; con una seña le encargaba al maestro compañero, que se encontraba en el otro extremo del salón, a sus alumnos.
Y nos dejaba trabajo, como para marearnos.
Y si tocaba la coincidencia que al único maestro que le habían encargado a los dos grupos, recibiera alguna visita inesperada, ya sea de otro compañero, que le solicitara algo de urgencia, ¿como lleno esta forma de…?
Firma esta circular de…es importante.
Te explico brevemente…

viernes, 3 de julio de 2009

Juntas magisteriales y sindicales

JUNTAS MAGISTERIALES Y SINDICALES


Volviendo al corredor central, techado, al final de el, a su lado izquierdo, estaba el salón de actos.
De ordinario, lo ocupaba un grupo de sexto año.
Pero cuando había juntas de toda la zona escolar, se llenaba con mesabancos dobles y dos escritorios de lámina al centro, con sus sillas.
Tenían que caber entre 100 y 120 asientos.
Llegaban temprano los maestros, de diferentes escuelas, localidades, e invariablemente, terminaba rebasando el cupo del salón de actos.
Los maestros venían de escuelas de Orcasitas, El Km. 75, La Laja, El Km. 80, San Gregorio, Chijol, Tantoyuca, Reventadero, Méndez, Tampuche, El Pueblito, Chijol Num. 17, La Isleta , El Higo y de muchos lugares mas.
Empezaban las juntas temprano, les daban un receso para lonchar, y terminaban a veces después del mediodía.
Los recibía el inspector de la zona, luego hablaba el director de la “Expropiación Petrolera”, y continuaba así, por niveles de escalafón.
A veces, las juntas eran asuntos relacionados con la enseñanza.
Y en otras, laborales, sindicales.
Solo se oía la voz del que exponía, al micrófono un tema.
Los maestros varones, es ese tiempo, fumaban tanto, que al mirar yo al interior, en pequeños brinquitos para poder alcanzar el alfeizar de la ventana, distinguía nubes aquí y allá, de volutas de humo.