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martes, 15 de junio de 2010

Amenazas de ciclón ( 1 )


AMENAZAS DE CICLON

Hubo vacaciones por completo diferentes, a las bucólicas que por lo común me pasaba en esa escuela.
Eran aquellas, en que hubo amenaza de ciclón.
Estábamos atentos a los avisos de radio, en la XETW, cada media hora, cada hora, decían el estado metereologico.
Se nota raro el ambiente.
Nublado, las personas acarreando lo más indispensable, las pilas, las velas, el mandado que no necesita refrigerarse.
En ocasiones, aunque aquí no entrara de lleno un huracán, el agua que baja de los ríos, inunda las orillas del pueblo, y de las colonias Margaritas y otras, y entonces…
Mi abuelita y yo, ya teníamos todo arrimado para varios días.
Yo contenta, dando ideas, ¿no hará falta una lata de duraznos?
¿Y unos chocolates “abuelita”? para mordisquear, ya vez que me pongo nerviosa.
¡Ahorita es cuando! Pido y pido.
Por ideas, que no digan que no aporto.
Y abuelita, ya hija, con eso nos basta y sobra.
Ni que fuéramos muchos en casa.
Y no se porque, pero eran en las noches, de las 7 en adelante, cuando empezaban a llegar los damnificados a la escuela “Expropiación Petrolera”.
Como el mal tiempo, siempre era en vacaciones, estábamos solas abuelita y yo.
Ni maestros, ni el director.
El zaguán principal y todas las entradas posibles de encadenar, con candados enormes.
Y llegaban golpeando el zaguán, llamando a gritos:
¡Doña Luz! ¡Doña Luz!
¡Ábranos! ¡Ábranos o tumbaremos el zaguán!
El corazón me latía a 1000 por minuto.
Y ahí va mi abuelita, con su manojo de llaves, con un gran llavero, que un maestro le hizo el favor de regalárselo; contenía todas las llaves, de todos los salones, de todas las bodegas, de direcciones, de zaguanes, etc.
Y mi abuelita, vestía faldas largas, casi hasta el tobillo, blusitas de florecitas pequeñitas, manga corta, con una camisetita interior, nunca uso brasier, en su juventud, lo que se usaba era vendarse el pecho, para aplastar los pechos, les daba pena, que se les notara los pezones.
Cuando llegue con ella, aun usaba rebozo.
Y yo, abuelita, eso ya no uses.
Solo te estorba.
Poquititas personas del pueblo lo usan.
Usa un suéter mejor.
Y dejo el rebozo.
Mi abuelita venia de tierra fría.
Se peinaba, con una trenza, que con el tiempo decía mi abuelita, mira mi colita de rata, cada dia mas ralita.
Y yo, abuelita ¿te la corto?
¡Niña!, tu siempre queriéndome cambiar.
Mi abuelita de piel morena, múltiples arrugas en su rostro, caminar sumamente cansado, arrastrando los pies, que al paso por los pasillos, se escuchaba el chancleteo.
Y llegaba al zaguán mi abuelita, y había infinidad de personas, deseando agarrar los mejores salones como hogar por unos días.
Afuera, personas, camionetas con muebles, un tumulto.
Algunas personas, manoteaban y gritaban groserías.
¡Dejemos entrar!
¡Ni que fuera su casa!
Abuelita, su rostro como esfinge.
Yo en estos momentos soy la encargada.
No puedo abrir, hasta que no se presente una autoridad.
Ya sea educativa, ya sea de la presidencia, o militar.
Y no abro, hasta que se presente una autoridad.
A esa autoridad, a quien se responsabilice de todo cuanto hay en esta escuela, a esa autoridad, entregare las instalaciones de esta escuela.
Y gritaban, gritaban de groserías.
Pateaban el suelo, y abuelita, como si nada.
Hubo momentos, en que se agarraban del zaguán, y lo zarandeaban, entre varios.
Pero era ese zaguán de los de antes, bien podían pasarse toda la noche zarandeándolo.
El zaguán no cedería.
Ni mi abuelita.
Y yo, abuelita, bajito, bajito, como plegaria, abuelita ¡ábreles ya!
Las personas rijosas, eran por lo común las que venían de colonias nuevas.
Allá, donde había otras escuelas primarias, y ellas no sabían como era mi abuelita.
Recta a morir.