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viernes, 21 de agosto de 2009

Columnas del Conocimiento

COLUMNAS DEL CONOCIMIENTO

En el segundo piso de la primaria, estaban los salones destinados a 3 ero, 4 to., 5 to. Y un sexto grado.
Alrededor de los salones del segundo piso, se encontraban los corredores, también techados, que corren paralelos, a los corredores inferiores.
Aquí vemos, que las columnas superiores, caen exactamente, sobre las columnas inferiores, todas ellas, con cuatro caras, y por lo tanto cuatro esquinas, columnas amplias, tan amplias, que no es posible abarcarlas, con un abrazo, y están reforzando la construcción.
En conjunto, el edificio de la primaria, independientemente de su arquitectura maciza, tiene un aire de majestuosidad; sus arcos, que se forman de columna a columna, dan la bienvenida a cada pueoblevejence, invitan al estudio y a la superación.
Esas columnas, las vemos abajo, arriba, adentro y por fuera de la esa primaria.
Yo veo en esas columnas, las columnas que dan fortaleza al individuo, que ha estudiado, que sabe que puede llevar a cabo diversas tareas, porque ha invertido tiempo y dedicación en su preparación.
A un individuo, que sabe que puede haber momentos en que parece que todo sale mal, que todo se llena de nubarrones; pero si cuenta con las columnas de un conocimiento exacto, preciso, y no hablo de información inconexa, del lo vi en una revista, lo escuche en un programa, y por eso siento que todo lo se.
No, yo hablo, del que persevera, y gracias al estudio, encauzado, dirigido por maestros y planes de estudio, y con una Fe, en un Ser Superior, logra superarse a si mismo, y así puede, no tan solo ser útil a si mismo, sino también para los que lo rodean, llámense familiares, vecinos, amistades, conciudanos.
Y todo empieza, desde los primeros años de educación.
Desde el no faltar a clases, nadamas porque si, el ser puntuales; el llevar todo lo necesario, y solo lo necesario, porque algunos llevan el ultimo juguete, el ultimo invento, y ya se distrajo todo el salón
Los corredores techados del segundo piso, cuentan con unas bardas, para protección de los alumnos.
Solo los alumnos de 5 tos. Y 6 tos. Grados, pueden mirar lo que pasa en los patios de la escuela. Así de altos, son los muros de las bardas del 2 do. piso.
Cuenta con 2 terrazas a cada lado, que permitían, de ser necesario, ensayar algún bailable, o tabla rítmica.
Una tiene vista a la iglesia y al camino que va al Retiro de Lourdes, a la Fuente.
La otra terraza, tiene vista al camino a Tampico Alto, y en esos años, se lograba mirar hacia los terrenos de la zona militar, mas específicamente, hacia sus verdes prados, muy a lo lejos, pero la vista los lograba abarcar.
Por el corredor, que esta frente de la escuela, en su segundo piso, de trecho en trecho, a como lo permiten sus columnas, es posible mirar la placita, y sus alrededores.
Los domingos de mi niñez y juventud, gustaba observar a las personas que paseaban en ella.
En la oscuridad del segundo piso de la escuela, me encantaba tomar nota de todo lo que pasaba frente a mi vista.
De muy niña, ponía una sillita, para poder alcanzar a mirar hacia la placita.

La plaza se iba llenando poco a poco, primero eran jovencitos, unos por aquí, otros por allá.
Unos tomando una malteada en el negocio de don Pablito, o sea don Pablo Ramírez, y su esposa se llamaba doña Joaquina Felizarde, sus hijas Chabela Nápoles y Rosita.
El lugar aun se ubica, en la esquina, que por un lado, queda frente a la primaria, y por el otro lado, quedaba frente al cine.
Don Pablito, tenía un hermano de oficio chofer, conocido como Pitabil.
En la refresquería de don Pablito, con letrero “El Chubasco”, se expendían huapilla, tepache, refresco de raíz, y me cuentan, los que saben, que mucho antes, también funciono como cenaduría.
También se vendían refrescos embotellados, de muchas marcas, incluidos los Jarritos.
Aquel refresco, timbón, que tenia realzados, a su alrededor, como un cinturón, infinidad de jarritos pequeños.
Si no tenia muy helados los refrescos, don Pablito, de manera muy amable, te servia en un vaso, hielo raspado, de una gran barra, que siempre tenia cerca de su mostrador.
Había una rockola, y al hechar monedas, tocaba melodías que no se porque, la mayoría eran melancólicas.
Se escuchaban el:
¡Dime tu puente de piedra!
Y me sentía triste, por ese señor, que esperaba que un puente le contestara a preguntas tan importantes.
O cuando era muy pequeña y escuche…
Contigo aprendí que la semana tiene mas de 7 días, y como apenas estaba aprendiéndome los días de la semana, ya ahí las cuentas no me salieron.
Y le decía a mi abuelita, tu que todo lo sabes, dime cuales son los otros días de la semana, aparte de los que siete que me enseño la maestra.
Una canción jocosa, era la de un ladrón, que entra a una casa, y sorprende a una mujer, y al ordenarle, sálgase de la cama, ¡el ladrón se desmayo!
Y esa mujer, le dice, como riéndose, ven, ven, ladronzuelo, ven !ay, pero ven ,y ven a robarme a mi!
Y yo de niña deseaba saber que le había enseñado esa mujer al ladrón, para asustarlo y para tener tal dominio sobre el, que lo cococoreaba, y en su tono de la chica de la canción, no había temor, mas bien un deseo de volver a ver al ladrón.
Empezaba esas rockola, con sus canciones como a mediodía.
De todos los días de la semana.
A veces, con solo escuchar las canciones, repetidas una y otra vez, ya sabía más o menos, que clientes eran.
Ya me sabía los gustos de tal o cual pueblovejence.
No me sabía los nombres, eran escasas las personas a las que yo trataba de modo personal.
Pero observaba y oía.
Característicos, los peleados con la novia.
Los miraba, en sus arrumacos en las bancas del pueblo, unas de fierro la armazón, y tablitas de rejillitas, en el asiento.
Tablitas, endebles, que si se sentaban personas gruesas, crujían.
Los novios, ni por enterados se daban del pandearse de las tablitas, luego por x motivo, caras serias en los novios, un manoteo, el hombre un rogar, la mujer un voltear el rostro con enfado.
Y cada quien, para su casa por su lado.
Días en que aquel enamorado, llegaba, duraba horas y horas en la banca, donde por costumbre, se habían visto por semanas.
Los dejaban plantados, y el despechado, se iba a la refresquería, ponía la rockola, y a poner canciones y canciones.
Si se solucionaba la desavenencia, iban a la refresquería, y platicando, tranquilamente, el joven ponía canciones de amor.
Al rato, los novios tomaban del mismo popote, aunque cada quien tuviera su malteada, se miraban a los ojos, ni platicaban, de embelezados que se encontraban, se agarraban de las manitas y se ponía aburrido el asunto.
Días más adelante, agarraditos de la mano, a dar vueltecitas a la plaza, a lucirse sus ropas domingueras, a que los vean sus amigos, como se quieren.
Mas tarde, en lo obscurito, se iban como no queriendo, atrás de los muros de la escuela, atrás de las columnas, y ahí, subían de tono sus caricias, se oían sus bssssss, bsssss y sus besos.
Si lo quería, al mirar que de la placita, aquellos novios se dirigían al corredor inferior de la escuela, bajaba como atraída por un poderoso imán, desde el segundo piso, y los observaba, estratégicamente desde cualquier salón, atrás de sus ventanales.
Después de todo, yo algún día, también andaría de novia y me era vital, saber cuales eran los mecanismos del amor.
Ahí si, que ni modo que mi abuelita, me diera lecciones.
Se había casado a los 16 años y enviudo a los 20 años.
Esas cosas de novios, ya para mi abuelita, eran cosa como de un sueño.
Cuando mi abuelita, me cacho cuales eran ahora mis distracciones, el deseo de conocer mas sobre eso llamado amor, me llamo la atención, de un modo duro. Seco.
Si se dan cuenta que los andas espiando, no se que te vayan a hacer.
Nada, estoy dentro de la escuela.
Y se fue directo al grano.
Deja de andar espiando parejas de novios, te vas a calentar antes de tiempo.
Todavía no sabes limpiar bien los frijoles, hervir la leche, sin que se tire; mejor aprende a guisar, lavar, planchar, eso es lo que tiene que hacer una mujer de casa.
No creas que solo son besos y abrazos.
En ese tiempo, yo tendría 11 o 12 años de edad, y era cierto, no sabía nada de quehacer hogareño, ni de agasajos con novio.
Por ese tiempo, me dio por fantasear mucho sobre un próximo matrimonio.
Oye, abuelita, te imaginas a tu nieta paseándose por el pueblo del brazo de un joven marino, ya vez que varios muchachos de aquí se han enlistado en la marina.
Tan guapos que se ven con ese gorrito chiquito en su cabeza, pelona.
¿Cómo ves?
Ya me imagino como traerás a tu marino, su uniforme en lugar de blanco, será gris.
Aprenderás con tu marino como se lava la ropa.
Lo bueno es que ya hay detergente, no nadamas el polvito de Doña Blanca, el que viene en tarritos chiquitos.
Mmm, sabes abuelita, eso de marino, como que lo estoy pensando, luego te cuento.
Y otros días, abuelita, a este pueblo llegan muchos miembros del ejercito, las mayoría jovencitos.
Ya ves, lo cerca que esta la zona militar.
Tú crees, que yo algún día, ¿me llegue a casar con un militar?
Y mi abuelita, pues si eso llega a suceder, prepárate desde ahorita, debe de andar bien planchadito, sino lo podrían castigar, por traer su uniforme todo arrugado, y tu serias la causante, de los regaños que le den a ese militar, que pusiera sus ojos en ti.
¡Hay, abuelita!, tu me pintas muy feo el matrimonio.
Y después de un tiempo, abuelita, he pensado mucho, y creo que me gustaría algún día casarme con un pescador de la laguna de Pueblo Viejo.
Y mi abuelita, me parece muy buena idea.
Debes seguir estudiando, para ayudarle en lo que puedas a tu futuro esposo, solo ponle mas empeño a la guisada, y sobre todo a lo que es el marisco, hay diferentes modos de guisar cada platillo, al fin que todavía tienes tiempo de prepararte para el matrimonio, como dice el dicho, del cielo caen velo y mortaja, así que no te preocupes, cuando ni con quien te casaras, preocúpate de estar preparada.
Y yo seguía los domingos, observando a los pueblovejences, dar vueltas y vueltas en la plaza.
Cuando mi amiga Ely, empezó a soñar también con lo de novios, fue más allá de observar desde lo alto de la escuela, decidió que debíamos bajar y mezclarnos con la gente en sus vueltas en la plaza.
Y yo le pregunte, ¿y para que?
Yo me la imagino como las mariposas, que revolotean gustosas, y tal vez necesitan ser admiradas, y yo por amistad acepte.
¿Y que te vas a poner?
¿Para que?
Para ir a dar vueltas a la plaza. No me digas que aun no tienes lo que te vas a poner ese día.
No entiendo a Ely, “arreglar algo para ponerme ese domingo”, ni que yo anduviera desnuda por las calles de Pueblo Viejo.
Claro que tengo ropa, mi ropero, al abrirlo, deja caer garras y garras.
Cualquiera sirve para ir a dar unas vueltas a la plaza. No faltaba más.
Y Ely, voy a estrenar ropa ese día.
Y yo, a que bueno, que te aproveche.
¿Tú no vas a estrenar también?
No, para que, soy la misma, con ropa nueva o no.
Y Ely, ¡ah no!, tu debes de estrenar también.
Mi mejor amiga, debe estrenar ropa también ese día, así, las dos vamos estrenando.
No creo que tu abuelita, no te pueda comprar algo especial para ese día.
Ya tocando el punto de mi abuelita, ahora si que hay que estrenar. Que no digan que mi viejita no me puede comprar unos trapos.
O que es tacaña.
Voy a Tampico, y en la tienda Del Centro, compro unas ropas especiales para ese día.
Se llega el domingo, asisto con Ely, y me doy las grandes cansadas, vueltas y vueltas, para un lado, que si por en medio de la plaza, y mis piecitos, enfundados en unos zapatitos nuevos, comprados en la Walk -Over, se resisten al piso adoquinado de la plaza.
Y Ely, que se siente artista, saludando a todos, riendo, haciendo ojitos a no se cuantos del pueblo, y algunos que se nos pegan, parece que traemos escolta, yo me siento como sándwich, apretujada.
A pesar, de ser tan amplia la plaza, de tener unos pasillos bien anchos, que forman el cuadrado de la plaza, que la permite rodear una y otra vez; también tiene el perímetro mas pequeño, el que queda alrededor del kiosco, y luego sus pasillos, los 4 que parten de cada esquina al centro, y los mas pequeños, los de las partes intermedias de cada esquina.
No hay orden en ese dar vueltas a la plaza, unos van, otros vienen, en ocasiones, se empieza una platica cuando unos grupos de personas, empujan discretamente, o piden dejen pasar, nos despedimos haciendo señas, que en la próxima vuelta, donde nos reunamos de nuevo, continuaremos con la platica.
Si de veras, esta muy interesante, lo que se esta tratando, nos salíamos del camino adoquinado, rara vez alcanzábamos banca, pero en los jardincitos, pisando plantitas, hacíamos parada, un grupito, y entonces, con calma, platicar y hacer planes para otros días.
Al terminar la plática, al intentar regresar al grupo que da vueltas y vueltas en la plaza, esperar, en que grupito queremos quedar, delante de quienes y atrás de quienes.
No vamos a quedar delante de las que nos caen como piedrita al hígado.
Para que nos vayan rullendo, y criticando, o echando habladitas.
Si venimos a la plaza a divertirnos, no a sufrir desaires.
Y yo, Ely, ya vamonos para la casa.
Ya van a ser las 10, y mi abuelita me va a regañar.
Me dio hora para regresar, y ya me pase.
Y Ely, se reía, y solo con la mano, me hacia que esperara tantito, que era su gran noche.
Y yo, con un mozalbete, que me decía no se que cosas al oído, por atrás de nosotras se había pegado desde el inicio, y deseaba acompañarnos, hasta el zaguán de la escuela.
A lo obscurito.
¡Si, como no!
Por fin, se despide Ely de algunos; de otros acepta que nos acompañen, en ese pasar la calle, de la plaza, a la escuela.
Y el güerquillo, que era mi sombra, mirándome en forma burlona.
Pero no me conocía bien.
Me acerco a el, y con misterio, le digo, casi al oído…mi abuelita esta por dentro de la escuela, tu no la vez, porque no estas acostumbrado a la oscuridad de esos pasillos, pero yo ya la vi.
No te digo que no me acompañes, pero si lo haces, sabes a lo que le tiras.
Prontito, se despidió, ese aprendiz de Juan Tenorio.
A Ely, le encanto, ese dar vueltas en la plaza los domingos.
Yo, en contadas ocasiones, la seguí acompañando.
A veces, a la mera hora cuando pasaba por mi, le decía, ¿sabes que? Ya se me quitaron las poquísimas ganas que tenia de ir a dar vueltas hoy, mejor vamos el otro domingo.Y ella, estrenando ropa para ese domingo, se alejaba renegando de mi falta de palabra, y terminó encontrando otras amigas, de esas que si les encantaba ir a pasear los domingos.