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viernes, 12 de marzo de 2010

El Mataperros



EL MATAPERROS

En muchas poblaciones he escuchado hablar del señor del costal, del roba chicos, del coco, y de tantos inventos, a los que recurre la imaginación popular, así como de la llorona, del jinete sin cabeza, del cuco.
Pero solo en Pueblo viejo, supe que existiera el mataperros.
Si , EL MATAPERROS.
Contratado por “alguien”, tal vez por debajo del agua.
Cada que se venia la canícula, los calores tremendos, y se corría el peligro de que algún perrito callejero, contrajera la rabia, salía este singular señor, que tenia este oficio.
Y todos los habitantes corríamos la voz.
Ya anda el mataperros haciendo de las suyas.
Amarrábamos a los perritos, los encerrábamos, y empezaba el aullar de perros, el chillar.
Pues si siempre andaban libres por todo el pueblo.
Las calles del pueblo se veían mas desoladas, sin la presencia continúa de éstos animalitos fieles.
El mataperros, vestía camisa de manga larga, pantalón grueso de mezclilla, roto por aquí y allá, por algunos canes que no tan fácilmente se dejaban atrapar.
Botas altas, como para pisar víboras.
Un sombrero para protegerse de los soles.
Una mochila, donde guardaba sus frascos mortales, lazos de diferentes gruesos, y longitud, restos de comida en bolsas. Y que no le faltara el tambor.
Grande, de lámina gruesa.
Veía a un perrito, solo, por esas calles de Dios, se le acercaba con cuidado, le aventaba un poco de comida, a que el animal la oliscara.
Ya perdiendo el miedo la posible victima, la atraía con otras porciones pequeñas de alimento, hasta que la hacia que se introdujera al tambor.
Ahí, en el tambor, tenia mas comida, pero envenenada.
El can la deglutía, y el mataperros empezaba con su macabro rodar del tambor por el pueblo, donde se sentían escalofríos al escuchar los aullidos del perro envenenado.
Para un lado, para otro; hay iba el pobre perro, rasguñando las paredes curvas del tambor.
Ya muertos, le pasaba una lazada por las patas, lo introducía a un costal, le dejaba un momento en una esquina mientras buscaba más victimas.
Luego pasaba con una carretilla, recogiendo los bultos que había dejado.
Algunos chiquillos, agarraban aquello como un juego.
Seguían al mataperros, por varias cuadras, le echaban porras, le avisaban donde había un perrito callejero.
Las madres, al notar la ausencia de sus vástagos, los buscaban, y de las puras orejitas se los llevaban a sus casas.
Pero que andaban haciendo; divirtiéndose a costa del sufrimiento de un ser que aunque no piense (¿será cierto que no piensa?), tiene vida.
A ver, tú, ponte a hacer eso; y tú, arregla allá.
Que tal si se le escapa alguno; el perrito, al sentir los dolores, los puede morder.
Nadie los mando a andar tras el mataperros.
El lo hace por necesidad; ustedes por gusto.
Ya tiene tiempo que no ha existido un caso de rabia en Pueblo Viejo,Veracruz.
Antes del mataperros, un señor, bañándose, como se encontraba alejado de la casa el cuartito, destinado a ese uso, sin techo, una rata, le brincó a un hombro, y una levísima herida le produjo.
No supo si fue mordedura, o sólo un rasguño.
No se hizo caso, tenia mucha chamba, solo se enjuagó, y posteriormente, al cabo de unos días, murió, por la espantosa enfermedad de la rabia, o hidrofobia.
Hace muchos, pero muchos años de esto que estoy narrando.
Ya no he sabido que exista el mataperros.
¿Por qué en otros sitios no se necesito del mataperros?
O tal vez, si existió, pero fue mas cauteloso.
Tal vez, encerraba a los perritos, en un sitio secreto, donde nadie se diera cuenta que eran sacrificados.
¿Qué es más malo, matarlos haciendo un circo de ello, o matarlos en lo oscurito? Se los dejo de tarea.