Latidos de cariño y afecto que nutren al Alma.Gracias por su visita.

martes, 30 de marzo de 2010

Creemos o no Creemos



CREEMOS O NO CREEMOS

Y hoy, que ya no está mi abuelita, y escucho a mi papá, a tu papá. Mely, con una platica muy parecida, sólo cambiando los términos.
Si dejo de trabajar… y papá ya se jubiló, y sigue trabajando por su cuenta, y tiene todo, casa, carro, dinero no mucho pero suficiente en el banco, y tiene esposa y tantos hijos en buena posición económica, no son ricos, pero viven desahogadamente, y tiene temor en su corazón al mañana,
y el mañana ya le llego, ya tiene cerca de 80 años, y nada le falta, y dice, y si el dia de mañana…….
Y lo tranquilizamos.
Papá, si quieres ya no chambees, nada te falta, trabajas porque tu quieres, porque te gusta hacerlo,
y los ojos de papá, me miran igual que los de mi abuelita, hay temor en ellos a un mañana, que ya están pisando.
Y después de días, papá empieza, si no dejo de trabajar, dice el doctor, que me moriré trabajando, igual que mi madre; que no disfrutaré de paz en mi casa, pero yo me aburro si no voy al trabajo.
Si dejo de trabajar, y todo va subiendo, y los pagos de luz, agua, predial, esos siguen subiendo, y mi pensión no.
Si dejo de trabajar, me voy a arrepentir, ¿Cómo ves hijita?
Si ya no trabajo, ¿me alcanzara lo que tengo para vivir?
Mely, quisiera decirle papá, tu pocas veces has vivido plenamente.
Papá, solo viviste en ratos, cuando cargabas a mis hermanos, cuando, en muy poquísimas ocasiones, jugaste con ellos, cuando de vez en cuando, te atreviste a abrazar a mi hermano con cariño, tenias temor a hacerlo gay si lo apapachabas mucho, no papá, tu muy poco has vivido.
Y ya te queda muy poco tiempo para hacerlo.
Para realmente vivir en el disfrute pleno de lo que es una familia, que se ama y se protege.
Trabajaste toda tu vida, nada material hizo falta en tu casa, gracias a Dios y a tu trabajo, pero papá…
La vida es algo más que lo material, papá.
Vale más un cariño, una muestra de afecto, demostrada a tiempo, cuando el alma del niño tanto la necesita, que todo lo superfluo, que tantas veces, correteamos con tanto afán.
Pero, ¿sabes, Mely?
Temo herir a papá.
Lo quiero, y no deseo dañarlo.
Solo lo abrazo, y le digo, papá, no te preocupes, ten Fe en Dios.
Ten Fe en Dios, y no escuches esos susurros malditos, de desconfianza en Dios.
De desconfianza en la Misericordia de Dios.
Papá, cuando la desconfianza al mañana atenace tu corazón, arrancarla con esta frase:
¡Apártate de mi, Satanás! ¡Dios me ama, soy su hijo, y nada me faltará!
La cabeza de papá, con su boinita gris, de cuadritos, asiente una y otra vez, como la de un niño, ante las palabras de un adulto.
Y solo soy la niña de ayer de papá, soy su primer hija, la que se crió en casa de la madre de mi papá, a la que papá, le dice, a veces te veo como si tu fueras mi hermana, te crió mi madre, y te estoy muy agradecido, por como la viste hasta el final de sus días.
Quiero a papá, por ser hijo de la única persona, que aceptó el reto de levantarme, de criarme y darme estudios.
Quiero a papá, porque cuando quedó solo, desde que yo tenia 6 meses de nacida, aguantó el abandono, y me cuenta, que me llevaba los fines de semana, a un parque, cercano a la casa, y conmigo en brazos, completamente enfermo de coraje, amarillos su piel y ojos por un gran disgusto que había pasado, apretando mis colchitas contra su pecho; que gruesas lagrimas rodaban por su rostro moreno, caían sobre mi cuerpecito, y yo, lo veía, gorjeaba y balbuceaba, y con mis manitas, tocaba su rostro, su barba crecida, de días de abandono de su persona; y papá, pensaba, fui abandonado, pero ya estoy grande.
Mi hija, tan pequeña, sólo me tiene a mí; debo ser fuerte.
Una vez, me dijo papá; si no es por ti, yo me hubiera suicidado.
Y entonces, hermana Mely, ni tu ni mis hermanos, hubieran nacido.
Y mi hermano el sacerdote, mi hermano Eduardo, no andaría por África, ayudando a esos negritos simpáticos, de pelo chinito, pegadito al cráneo, negrito orgullosos de su color, que ríen del hombre que por el clima, la enfermedad, la edad, cambiamos de un color a otro.
A pálidos de susto, a verdes de envidia, a morados de coraje, y ellos, son y serán siempre negritos, de piel hermosa, labios gruesos, y un corazón grande y sencillo.
Viví con papá, hasta que Dios consideró que yo le hacia falta.