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sábado, 10 de octubre de 2009

Cuentos y leyendas a la luz de un quinqué



Después de los primos, mi abuelita recibió por parte de mi papá, una niña, de pelo rubio, y ojos claros, que solo duró unos 2 meses con buelita.
Tendría entre 3 o 4 años de edad, era muy bonita, pero muy malhablada, puras leperadas decía, y mi abuelita, le dijo a mi papá, llévate a esta niña, como va a criarse en una escuela, con esa boquita tan descocida.
Esa niña, era hija de una amistad de papá, que estaba pasando por una muy mala racha, y papá, considero, que buelita, la tendría un tiempo de compañía, y así, ayudaba a su mamá, y a su amistad.
Pero a mi abuelita, le daba pena ajena, esa niña.
Y después de unos años, de estar mi abuelita solo con mis tíos, llegué yo al pueblo.
A Pueblo Viejo,Veracruz.
Papá dijo, que solo era por unos meses, mientras se pasaba su luna de miel.
Y nunca se acabó su luna de miel.
Pero estoy conforme, cada dia pasado con mi abuelita Luz, disfruté bastante de su compañía.
Disfruté vivir en esa escuela, en el pueblo.
En Pueblo Viejo.
En los primeros años, en que viví en la escuela, los salones aún no tenían electricidad.
Ya tenía mi abuelita en su casa.
Y también los maestros, en el anexo.
Cualquier desperfecto en el cableado, se acudía a un señor, que le llamaban El Patón.
Y no le cobraba.
Decía, no doña Luz, si yo le cobrara, de acuerdo a todo lo que yo se, le saldría un cuentón, mejor no le cobro.
Eso de vivir en un pueblito, tiene sus ventajas, si no lo sabré yo ¿Como la ven?
En la escuela, trabajo y mas trabajo para mi abuelita Luz.
Cuando tocaban la salida, el campanazo, y se iban los maestros y alumnos, mi abuelita, empezaba salón por salón a limpiarlo.
De chiquitina, yo jugaba, hacia rayitas o dibujitos en un pizarrón, y mi abuelita me contaba infinidad de historias y cuentos.
Y cada noche, abuelita, ¡cuéntame un cuento!
¿Cual quieres?
¿El del borreguito que está contento?
¡Si!
Ya te lo acabo de contar.
¡No buelita! un cuento más largo.
Bueno, este era un gato, con los pies de trapo, y los ojos al revés, ¿quieres que te lo cuente otra vez?
No. Buelita, quiero oír un cuento mucho más largo.
Y me contaba todos los de Andersen, o leyendas de su pueblo natal, y de México, y del mundo entero.
Fabulas, y se daba habilidad de intercalarlos, con adivinanzas, era un cuento largo, un cuento corto, un trabalenguas, una platica de la vida real, una platica de fantasías.
Por eso, mi primer libro, lo hice así.
Unos relatos largos, otros cortos.
En recuerdo, de los que me contaba mi abuelita Luz.
Y solo estaban iluminados los grandes espacios, por las tenues luces de un par de quinqués, uno al frente del salón, y otro en la parte posterior.