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martes, 21 de julio de 2009

Dos grupos,un salón ( e )

Maestro, no sea así, ya mero salen al recreo, o ya mero tocan la salida, y si se me pierden mis cosas, en mi casa tendré problemas.
El maestro: a ver si así entienden.
Algunas niñas, de 11 y 12 años, empezaban a limpiarse los ojos, disimuladamente.
No querían que las vieran llorar, y ser la burla de sus compañeros de salón.
Los mas desenvueltos, los que desde pequeños, les han enseñado a decirle pan al pan, y vino al vino; se dirigían al maestro, con sus rostros serios, curtidos por el sol de la laguna, y exponían los siguientes argumentos…
Maestro, usted disculpe, no debimos actuar así, pero en mi casa, nos hemos privado de algunas cosas muy necesarias, para que yo pueda venir a estudiar, y traer lo necesario.
Usted ha dicho, que un alumno sin lápiz, es como un soldado que va a la guerra sin fusil.
Y bajando más la voz, para no llamar mas la atención de sus compañeros; en ocasiones, mis hermanos y yo, preferimos andar en nuestra casa descalzos, para no maltratar los zapatos que traemos a la escuela.
La laguna da para comer, para vivir, pero no da para lujos.
Y estar comprando lápices, colores, reglas, cuadernos seguido, nadamas porque si, es un lujo.
Por favor, maestro, una vez mas se lo pedimos.
Déjenos ir por nuestras cosas…
El maestro veía en esos jovencitos, su otro rostro, el de la mirada de un hombre maduro, del que sabe ganarse el pan de cada día, del que se levanta de madrugada con sus padres, para ir a la laguna de Pueblo Viejo, y pasar horas aventando la red, que pesa lo suyo por la plomada.