Latidos de cariño y afecto que nutren al Alma.Gracias por su visita.

sábado, 25 de julio de 2009

Doña Lala ( d y final )


Sobre un banco rustico, ponían una batea grande, donde lavaban la ropa.
La letrina era de hoyo. En el patio, enterraban un tambor destapado, encima ponían un como asiento de madera, para simular la tasa del sanitario, y las paredes y techo de esa letrina eran de palitos o tablitas.
Cada que era necesario, los hijos mas grandes, hacían un hoyo retirado de la casa, y ahí vaciaban el contenido del tambor, le agregaban mucha cal, y sepultaban muy hondo eso.
Lavaban el tambor perfectamente, y a estrenar letrina.
Para bañarse uno, ahí si que torció la puerca el rabo.
Con varas de otate secas, formaron una como armazón, que forraron por unos lados, con hules negros, y por otros lados, con retazos de telas.
Acondicionaron, una como planchita de cemento de unos 2 por 2 metros, para que sirviera de piso y no se fuera a hacer lodo.
Ya tenían llave de agua, pero esta se encontraba cerca del medidor de agua, y no tenían instalaciones para dentro de su solar, así que el baño, era de cubetazo limpio.
Y nada de techo.
Al viento libre.
Si hace frió, te amuelas.
Si hace un sol, que te queme la espalda, te aguantas.
Yo me bañaba apuradita, no fuera a pasar un helicóptero, y se fueran a dar un taco de ojo, en ese tiempo, cuando aun estaba apetecible.
Yo trabajaba en Tampico.
Doña Lala, nunca me quiso aceptar un dinero, por su hospedaje.
La abuelita de ella, doña Jesusa, fue amiga de mi abuelita Luz.
Y el papá de doña Lala, don Cliserio, don Quiche de cariño, se había casado con una hermana de mi abuelita Luz.
¿Éramos o no de la familia?
Pues ellos, me trataron como de la familia.
Con respeto y cariño.
Y tuvieron la mano abierta, para ofrecerme, lo que a su alcance estuvo.
Yo de mi sueldo, llevaba lo que me nacía, un cariñito por aquí, otra cosita por allá.
Sus hijos, dos mujeres y 5 o 6 varones, panzoncitos, piernitas flaquitas, morenitos, de sonrisa fácil, ya de adultos embarnecieron, que hasta parece que los soplaron, con una bomba de inflar llantas.
Su primer hija, se casó a los 15 años, y se fué lejos.
Y su hija más pequeña, la Güera, también vive de la pesca, con su esposo, que también le intelige a la vida en las orillas de la laguna de Pueblo Viejo.
(fotografía cortesía del profesor Martín Pérez San Martín,cronista de Pueblo Viejo,Veracruz)