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jueves, 4 de junio de 2009

Capsulas































En el otro blog,vacié el libro "Pueblo Viejo" ,
y sus entradas fueron muy amplias.
Aquí, lo vaciaré dosificado,resumido en ocasiones,
para que sea más sencillo de leer.




PUEBLO VIEJO

Un día me pidió mi hermana Mely que le describiera como era el pueblito en nuestra niñez, y de ser posible, mucho mas atrás, cuando no era viejo, y las comunidades cercanas, también empezaban a dar sus primeros pasos.
Mi siempre dulce y tierna hermana Mely.
Narraré, para ti, y para quien lo desee saber, que su comienzo fue sencillo, como pueblo.
El pueblo.
Unas personas de edad avanzada, sin fundamentos históricos, solo como narración oral, me refieren que sus primeros pobladores llegaron, unos de tierras de lo que hoy conocemos como Tampico, Tamaulipas, (que es el quinto Tampico fundado); para librar las constantes inundaciones de sus márgenes.
Otros de los alrededores de lo que hoy es el pueblo, y que eran habitantes del primer Tampico.
Pero continuo narrando, como les fue, a los primeros pobladores del pueblo, pues se llevaron la sorpresa, de que también aquí sus márgenes se inundaban, y de igual manera, que en otros lugares costeros del país, recibían la visita de piratas. Cuando eso ocurría, algunos pobladores se escondían, en un túnel, que existía, por rumbo al cementerio del pueblo.
Entonces una porción, decidió emigrar a lo que hoy es Tampico Alto. Por eso le pusieron así, en recuerdo al Tampico que habían abandonado.
Y a nuestro pueblo, que le recetan el “viejo”.
Los pobladores actuales, tienen entonces, en conclusión mía, muy particular, y puede ser objeto de discrepancia, raíces huastecas, y a la vez, de europeos, ya fueran estos los conquistadores, o los que posteriormente, llegaron a comerciar, y porque negarlo, también algunos piratas, que se enamoraron de este rincón de Veracruz, porque cuenta con laguna, río, playa y se quedaron, para siempre, a formar parte de todos nuestros antepasados, que trabajaron, arduamente, para no dejar morir a un pueblo, que fué de los alrededores, el primero en existir, aun antes que Tampico Alto, el puerto de Tampico, ciudad Madero y que Altamira.
Así, nuestro pueblo, convertido en Pueblo Viejo, siguió su paso por la historia.
Luego, se convirtió en Villa Cuauhtemoc, para terminar en Ciudad Cuauhtemoc.
Para reforzar ese nombre, colocaron una estatua, por la entrada al pueblo, cuadras antes a la pasadita. La estatua representa a Cuauhtemoc.
Y seguimos llamando Pueblo Viejo, a este pueblito. Por los siglos de los siglos, pinta que se llamara así.
Y no es de modo despreciativo, es como que le agarramos cariño a este nombre.
Lo sentimos con sabor a nuestro, a nuestro pueblo, a nuestro querido Pueblo Viejo.
Si no observen, en el directorio telefónico, como abajito del nombre de ciudad Cuauhtemoc, entre paréntesis, se lee Pueblo Viejo.
Y es que más de alguno, buscara los números telefónicos de Pueblo Viejo, no los de ciudad Cuauhtemoc.
Y este es nuestro pueblo, luchando cada día por seguir existiendo, a pesar de todo, de carencias, de olvidos, de lejanías, de abandonos.
Este pueblito no se ha podido integrar cabalmente al desarrollo de la zona conurbada. Tendrá cada día mejores calles, y mas servicios, pero un pleno incorporarse a las ciudades de Tampico, Madero y Altamira, no puede hacerlo. El Río Panuco se lo impide.
A pesar del puente Tampico, y de sus lanchas mas modernas. Pero vamos por partes, dijo el carnicero.
En el Paso del Humo, las lanchas eran de madera, no como ahora que son de fibra de vidrio. No estaban techados los botes, solo las lanchas, que eran más grandes.
Pero en uno u otro, podrías fácil, recibir un golpe de ola. Era emocionante cuando un barco de gran calado llegaba al puerto.
Levantaba grandes olas, que los botecitos, tenían que sortear. No, manita.
No sabes lo que se sentía al brincar el bote esas olas tan grandes, que se formaban al paso de esos barcos, con banderas de uno u otro país. Se te iba el corazón a la boca.
No hay un vehiculo, que en una carretera, por mas puentes que suba y baje, y la velocidad que lleve, que te haga sentir, lo que el cuerpo disfruta, al subir la cresta de las olas, y al bajar por ellas. Por más que el lanchero trate de agarrarla por un costado, igual que los carros pasan por los topes, que se quedan cortos al tamaño de las olas, que los botes tenían que sobrepasar.
Y no hay temor al pasar el río. En 40 años, solo de tres accidentes he tenido conocimiento.
En uno, un joven de unos 25 años, güero, de cabello ensortijado, como los ángeles que dibujan en las iglesias; casado, y padre de una bebita.
Un día, al paso de un barco, se volcó el bote donde el iba. Ya se habían subido la mayoría de los que habían naufragado, cuando de las aguas del río, emerge un niño, manoteando y pidiendo ayuda.
El joven, haciendo honor al apellido de su padre, toda un alma de Dios, se apresto a ayudar a aquel pequeño, y sin temor se aventó al agua. No logro salvarlo, a pesar de su valor.
Perdieron su vida, los dos la perdieron. En ese bote, una joven quedo tan impactada de los acontecimientos sucedidos frente a sus ojos, que se paro en medio del bote, y gritaba, y gritaba, y el lanchero, le decía, contrólese, señorita, debemos llegar con bien a la otra orilla, siéntese por favor. Y todos los que iban en ese transporte fluvial, calmaron como pudieron a la señorita, y al tocar tierra firme, entonces si, no la podían callar.
Gritaba y gritaba, como si con sus lamentos, los pudiera resucitar.
Si somos del mismo pueblo, por lo regular los que cruzamos en esas lanchas, como no nos va a poder, era como si a unos seres muy queridos, los que la fatalidad, acabara de arrebatar
Hoy, el padre, la madre, y ese hijo joven, que dio la vida por un semejante, han de gozar del privilegio de estar, donde ya todo es felicidad eterna.
Una gran familia, no por numerosa; sino por su Don de gentes.
Otro accidente, del que tengo memoria, fue el de un jovencito, que esperaba cruzar el río por medio del chalán, a bordo de su lujoso carro; en aquellos tiempos, con clima y que llevaba las ventanillas cerradas. Se durmió al volante, y su carro empezó a rodar lentamente hacia la orilla.
El era el primero de una larga fila de vehículos, que de Tamaulipas, cruzarían al lado veracruzano. De nada valió que le gritaran, le golpearan la carrocería para advertirle.
También traía prendido el radio de su carro; cuando lograron que medio se despabilara, fue peor. Piso el acelerador y paso sobre la frágil cadena, que marcaba el límite de distancia precautoria que debían guardar los vehículos, de la orilla. Fue como si un gran ataúd, cayera al rio.
Poco después de la inauguración de la tienda Bodegón Del Centro, dos empleadas de esa tienda, que muy amigas eran, jovencitas las dos, y en una ocasión que cruzaban el río Panuco, al paso de un transporte fluvial, se levantaron unas olas grandes, y una de ellas, se ahogo. En 40 años, solo he sabido de estos tres accidentes al cruzar de un lado a otro, por el rio Panuco.

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