DEL OTRO LADO
Bueno, volvemos con mi explicación de la ruta al pueblo.
De la Isleta Pérez, en lado tamaulipeco, pasaste al lado veracruzano, ahora ya puedes presumir: pase al otro lado, y sin necesidad de pasaporte.
Hace años, no estaba tan bonito como ahora, el Paso del Humo; no había tantos puestos de mariscos, tan frescos y económicos.
Ni existían esas banquetas anchas, y cómodas de transitar.
Unos cuantos puestesitos había, y lo que más había era tierra y tierra.
Polvo y polvo.
Y si llovía, pues lodo y mas lodo.
Pocos carros del sitio de transporte.
Cuando llegaba un carro, caíamos como enjambre de abejas a el.
¡Que desesperante!
Ahora, hay mas transporte, aun no cuentan con microbús.
Pero son abundantes los vehículos, tanto para ir al pueblo, como los que van a Tampico Alto, y a otros lugares veracruzanos.
Como debe ser.
“Así, si baila mi hija con el señor”.
Te subes al carro, y en el recorrido al pueblo, vez muchas colonias de nueva formación; digo nueva, de unos 30 o 40 años.
Porque si hacemos memoria, esos eran puros matorrales, con una sola construcción, que se divisaba antes de llegar al monumento, era la casa de don Vicente Pachuca.
Hasta que el carro llegaba, a donde esta ahora el monumento a Cuauhtemoc, era ahí, donde ya se veía “civilización”.
Si hubieras entrado al pueblo, de noche, ese trayecto del Humo al monumento, hubiera sido de oscuridad total.
Ya de ahí, al centro del pueblo, era pan comido.
A la vueltecita del monumento, entrando por la curvita al pueblo, existía una tiendita, famosa, llamada La Pasadita, cuya dueña era doña Margarita, ella aun vive, en la misma propiedad.
De ese punto, encontrabas casas, y más casas.
Llegas a las placita.
Esa placita, en un tiempo, solo tenía el kiosco y sus “poyos”, que son esas grandes bancas de cemento, donde tu y yo jugábamos a escalar montañas, nos subíamos por un lado de la banca, y nos deslizábamos por la curvatura del respaldo hacia el otro lado.
Y así, nos pasábamos de un lado a otro, por ser los dos lados de las bancas iguales, no tienen revés y un derecho, para sentarse.
Posteriormente, se colocaron las bancas de fierro, con tablitas.
Existían unos árboles enormes, como pinos, y en invierno, recogíamos sus “piñitas”, las pegábamos en coronas navideñas, y pintábamos estas de dorado o plateado.
También existían árboles framboyanes, y los orejones, que contaban estos con flores aromáticas, infinidad de flores cremitas, frescas, eran tantas, que tapizaban el suelo de la plaza en varias porciones, y al marchitarse las flores, te podías resbalar, con esa alfombra, sobre todo si eras criatura, y jugaras, por toda la plaza, correteando a compañeritas de juego.
Al kiosco, actualmente se le han hecho mejoras.
En la primer esquina de la plaza, que uno ve al entrar al centro del pueblo, esta la refresquería “ Bacha Jr”, hace mucho tiempo, era un negocio de taquitos, de varios tipos, como los “pachucos” ; era atendido por su dueña, la señora Maria Jasso, ayudada por sus hijos e hijas. Y en contra esquina a esta, veras un edificio, con forma de pirámide, fue un super, en tiempos de la Quina, varios jóvenes del pueblo, contaban con un buen trabajo; al voltear esa esquina, a mano derecha, camina una cuadra corta, como si retrocedieras el camino de entrada al pueblo.
Cruzando la calle, encontraras una farmacia.
Y dirigiendo tus pasos, hacia la laguna, a media cuadra de esa farmacia, existía una casa enorme, donde se compraba leche bronca.
El dueño de esa casa, tenia un rancho muy grande, por un lugar llamado “La Retama”, para ir a ese lugar, tenían que irse en lancha por el rio.
La leche bronca, que comprábamos en el pueblo, la hervíamos, y le salía una natota gruesa, que luego nuestra abuelita, nos preparaba ennatadas, ¿te acuerdas?
Al llegar a esa esquina, encontraras una calle pavimentada, si continuas hacia la laguna, hay una cancha.
La única casa, que para mi, la considero como la de mas antigüedad del pueblo, es la que está frente a la plaza ,una casa que tiene mas de 100 años de haberse construido, la de doña Soledad Rodríguez Mellado, conocida cariñosamente por todos los pueblovejences, como doña Cholita. En esa misma acera está la cantina “La Central”, de Don Pantaleón Viscarra.
Bueno, volvemos con mi explicación de la ruta al pueblo.
De la Isleta Pérez, en lado tamaulipeco, pasaste al lado veracruzano, ahora ya puedes presumir: pase al otro lado, y sin necesidad de pasaporte.
Hace años, no estaba tan bonito como ahora, el Paso del Humo; no había tantos puestos de mariscos, tan frescos y económicos.
Ni existían esas banquetas anchas, y cómodas de transitar.
Unos cuantos puestesitos había, y lo que más había era tierra y tierra.
Polvo y polvo.
Y si llovía, pues lodo y mas lodo.
Pocos carros del sitio de transporte.
Cuando llegaba un carro, caíamos como enjambre de abejas a el.
¡Que desesperante!
Ahora, hay mas transporte, aun no cuentan con microbús.
Pero son abundantes los vehículos, tanto para ir al pueblo, como los que van a Tampico Alto, y a otros lugares veracruzanos.
Como debe ser.
“Así, si baila mi hija con el señor”.
Te subes al carro, y en el recorrido al pueblo, vez muchas colonias de nueva formación; digo nueva, de unos 30 o 40 años.
Porque si hacemos memoria, esos eran puros matorrales, con una sola construcción, que se divisaba antes de llegar al monumento, era la casa de don Vicente Pachuca.
Hasta que el carro llegaba, a donde esta ahora el monumento a Cuauhtemoc, era ahí, donde ya se veía “civilización”.
Si hubieras entrado al pueblo, de noche, ese trayecto del Humo al monumento, hubiera sido de oscuridad total.
Ya de ahí, al centro del pueblo, era pan comido.
A la vueltecita del monumento, entrando por la curvita al pueblo, existía una tiendita, famosa, llamada La Pasadita, cuya dueña era doña Margarita, ella aun vive, en la misma propiedad.
De ese punto, encontrabas casas, y más casas.
Llegas a las placita.
Esa placita, en un tiempo, solo tenía el kiosco y sus “poyos”, que son esas grandes bancas de cemento, donde tu y yo jugábamos a escalar montañas, nos subíamos por un lado de la banca, y nos deslizábamos por la curvatura del respaldo hacia el otro lado.
Y así, nos pasábamos de un lado a otro, por ser los dos lados de las bancas iguales, no tienen revés y un derecho, para sentarse.
Posteriormente, se colocaron las bancas de fierro, con tablitas.
Existían unos árboles enormes, como pinos, y en invierno, recogíamos sus “piñitas”, las pegábamos en coronas navideñas, y pintábamos estas de dorado o plateado.
También existían árboles framboyanes, y los orejones, que contaban estos con flores aromáticas, infinidad de flores cremitas, frescas, eran tantas, que tapizaban el suelo de la plaza en varias porciones, y al marchitarse las flores, te podías resbalar, con esa alfombra, sobre todo si eras criatura, y jugaras, por toda la plaza, correteando a compañeritas de juego.
Al kiosco, actualmente se le han hecho mejoras.
En la primer esquina de la plaza, que uno ve al entrar al centro del pueblo, esta la refresquería “ Bacha Jr”, hace mucho tiempo, era un negocio de taquitos, de varios tipos, como los “pachucos” ; era atendido por su dueña, la señora Maria Jasso, ayudada por sus hijos e hijas. Y en contra esquina a esta, veras un edificio, con forma de pirámide, fue un super, en tiempos de la Quina, varios jóvenes del pueblo, contaban con un buen trabajo; al voltear esa esquina, a mano derecha, camina una cuadra corta, como si retrocedieras el camino de entrada al pueblo.
Cruzando la calle, encontraras una farmacia.
Y dirigiendo tus pasos, hacia la laguna, a media cuadra de esa farmacia, existía una casa enorme, donde se compraba leche bronca.
El dueño de esa casa, tenia un rancho muy grande, por un lugar llamado “La Retama”, para ir a ese lugar, tenían que irse en lancha por el rio.
La leche bronca, que comprábamos en el pueblo, la hervíamos, y le salía una natota gruesa, que luego nuestra abuelita, nos preparaba ennatadas, ¿te acuerdas?
Al llegar a esa esquina, encontraras una calle pavimentada, si continuas hacia la laguna, hay una cancha.
La única casa, que para mi, la considero como la de mas antigüedad del pueblo, es la que está frente a la plaza ,una casa que tiene mas de 100 años de haberse construido, la de doña Soledad Rodríguez Mellado, conocida cariñosamente por todos los pueblovejences, como doña Cholita. En esa misma acera está la cantina “La Central”, de Don Pantaleón Viscarra.
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